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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Caras vemos...

Ésta es una de las anécdotas que más me han dejado perpleja y acongojada. Hace algunos años trabajé en el departamento de compras de una empresa en Ensenada, Baja California. Faustino, mi jefe, era un americano de mediana edad: alto, robusto, con barba y cabello rubio; de carácter afable y respetuoso. Hablaba un español perfecto y evitaba su lengua natal, arguyendo que el español era música para sus oídos. Podría decirse que era el mejor jefe con el que había trabajado hasta esos momentos. Parecía Santa Claus. Éramos cuatro en la oficina, incluido Faustino. Cuatro escritorios colocados en cada esquina del lugar. Faustino sentado de frente a la puerta, controlando la entrada, nadie podía ver la pantalla de su computadora. Él siempre ponía el ejemplo: Llegaba antes y se iba después, jamás escuchamos una queja de su boca; todo era sonrisa y positivismo. Un día no llegó, lo que se nos hizo muy extraño. Nadie supo dar razón de su paradero, tampoco respondía el celular. En ese momento nos