Hay que viajar ligero por la vida.

Si tuvieras pocos minutos para salir de tu hogar y tomar algunas pertenencias, ¿qué escogerías? Ésa fue la situación en la que nos vimos mi marido, Francisco, y yo el pasado 15 de junio a consecuencia de un incendio cercano a nuestra casa. Dulzura, California, en primavera, otoño e invierno puede ser un paraíso, pero el verano es peligroso, pues es temporada de incendios. Nos preparábamos para salir a festejar el Día del Padre, en la playa de Coronado, cuando percibí un olor a quemado. Se me aceleró el pulso. Al vernos en riesgo un torbellino de emociones encontradas me invadió. De pronto ese lugar de naturaleza, paz y tranquilidad puede no serlo. No es la primera vez que sucede, de hecho es la tercera. Salí para ver de dónde provenía el fuego: Vislumbré el humo tras las montañas del sur y aunque la lumbre no estaba tan cerca, podía propagarse de un segundo a otro. Cayeron cenizas a mis pies. Eso, por una parte era bueno, me indicaba que ya estaban combatiendo la lumbre, pero por otro lado era todo lo contrario, pues también con las cenizas se puede iniciar otro incendio. —Hay que llevarnos lo más importante— dijo Paco. Precisamente para estos casos tengo preparada una maleta con documentos. En otra algo de ropa, la computadora y listo. El ruido de los aviones apagando el fuego me tranquilizó. Subimos los perros y las maletas al vehículo, y emprendimos la marcha. Confié en que el peligro pasaría. Conforme nos acercábamos a la salida (aclaro que vivo en un rancho y hay un solo camino para salir de la propiedad) nos aproximábamos hacia el lugar del incidente. Los bomberos y la policía tenían bloqueado el paso. Se acercaron para comentarnos que la situación estaba controlada. Podíamos disfrutar el Día del Padre sin preocupaciones. Durante el trayecto a la playa iba pensando en esos momentos donde hacemos planes: Antes de lo ocurrido el mío era muy sencillo; quería relajarme en la playa, sentir la arena, meter los pies en el mar, disfrutar el Sol sobre el rostro y leer un buen libro acompañada del sonido de las olas. Después del incidente, iba pensando en que la vida te puede cambiar en un segundo. Bien dice el dicho “Uno pone y Dios dispone”, gracias a Dios que pude llevar a cabo mis planes. También cavilaba en que me siento contenta de no tener apegos materiales, claro que me hubiera dolido perder mi casa, pues nadie quiere quedarse sin techo, sin embargo, tenía conmigo lo que más atesoro: Salud, mi marido y mis perros. También mi computadora y mi bolsa (objetos de extrema importancia) pensé que con lo que llevaba en ese momento podía iniciar en cualquier parte. Viajo ligera por la vida, ¿y tú?

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